Arqueóloga Carmen Rojas Sandoval registrando el cenote Naharon en 2003. Foto Octavio del Rio-INAH.
Arqueóloga Carmen Rojas Sandoval. Rescate de los esqueletos del cenote Pit, 2011. Foto Ernesto contreras Ruiz-INAH
Cenote Pit. Gráfico-Instituto de la Prehistoria de Ámerica (IPA).
Cráneo de Muknal. Foto Ernesto Contreras Ruiz-INAH.
Naharon esqueleto completo armado UNAM. Foto Carmen Rojas-INAH.
Pit 1. Foto Ernesto Contreras-INAH.
Especialistas analizaron afinidades en las formas craneales de cuatro especímenes del Pleistoceno y Holoceno Temprano, hallados en cuevas de Quintana Roo
Dos son similares a poblaciones árticas de América del Norte y Groenlandia; otro es más semejante a los pobladores de Sudamérica y el cuarto a europeos
Cancún.- Un estudio de antropología física, de morfología craneal, en cuatro de los nueve especímenes descubiertos entre 2003 y 2015 en las cavernas sumergidas de la Costa Oriental de Quintana Roo, cuyas antigüedades van de los 13,000 a los 8,000 años antes del presente, ha dado nuevas luces sobre el poblamiento de nuestro continente, al mostrar, por vez primera, una alta diversidad biológica desde las ocupaciones humanas más antiguas.
Así lo dio a conocer el doctor en
Antropología Física y paleoantropólogo Alejandro Terrazas Mata, de la UNAM, y
la maestra en Arqueología Subacuática Carmen Rojas Sandoval, investigadora del
Centro INAH Quintana Roo, luego de la publicación, el 29 de enero, de los
resultados de una investigación interinstitucional, realizada con la anuencia
del Consejo de Arqueología del INAH, en la revista arbitrada Plos One, editada en San Francisco,
California,a través de un artículo
rigurosamente técnico sobre las variaciones morfológicas de los cráneos
recuperados en las cuevas de Quintana Roo: “Naharón”, “Pit 1”, “Las Palmas” y
“Muknal”, fechados al final del Pleistoceno/comienzo del Holoceno.
Bajo el título Variaciones morfológicas de los restos humanos tempranos en Quintana
Roo, península de Yucatán, México: contribuciones a la discusión acerca del
poblamiento temprano, científicos del Instituto Nacional de Antropología e
Historia (INAH), del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la
UNAM y del Museo del Desierto, de Coahuila, así como de universidades
norteamericanas, dan a conocer patrones muy diferentes de asociación
morfológica para cada espécimen.
Lo anterior abre la posibilidad de que las
poblaciones iniciales de América del Norte ya tuvieran un alto grado de
diversidad morfológica, la cual se redujo a medida que las poblaciones se
dispersaron en el continente austral, advierten en el artículo. Esto contrasta
con estudios previos de restos sudamericanos, los cuales habían mostrado
asociaciones con poblaciones modernas Australo-Melanesian y grupos africanos, y
no detectaron tal grado de diversidad intrapoblacional en los individuos más
antiguos.
Las afinidades morfológicas de los
especímenes de Quintana Roo se evaluaron comparándolos con una muestra de
referencia de poblaciones humanas modernas en todo el mundo, compuesta por 18
muestras de población. Este conjunto de datos se ha utilizado en estudios
anteriores que exploran las afinidades morfológicas de las primeras muestras
sudamericanas de Lagoa Santa, Brasil (la colección más grande de cráneos del
Holoceno Temprano en América, hasta la fecha), y representa uno de los
conjuntos de datos comparativos más grandes para puntos de referencia
craneofaciales 3D.
El cráneo de “Naharón” parece estar
estrechamente relacionado a las series árticas de América del Norte
(Groenlandia y Alaska); poblaciones robustas, adaptadas al frío y bastante
distintas de los nativos americanos. Los restos óseos corresponden a una mujer
adulta joven, se estima que de entre 25 y 30 años al morir, con una antigüedad
de 13,499 años antes del presente, fecha ya calibrada. Se localizó en el
subsistema de cuevas Naranjal, a 365 metros del cenote Cristal o Naharón y a
22.6 metros de profundidad.
El cráneo del “hombre del Pit 1” tiene una
morfología de la bóveda craneal muy diferente de las otras tres muestras de
Quintana Roo; sus afinidades más fuertes se relacionan con poblaciones europeas
y no tiene ninguna firme con series americanas tempranas o tardías. Tiene una
antigüedad de 13,295 años antes del presente. Se estima que los restos
corresponden posiblemente a un hombre que murió en las primeras etapas de la
edad adulta. Fue descubierto en el monte de escombros del cenote El Pit (que
significa “pozo”, en inglés), en el ejido Jacinto Pat, a una profundidad de
entre 40 y 45 metros.
Las características del cráneo de “Las Palmas”
parecen estar fuertemente asociadas a la serie Paleoamericana, con mayor
probabilidad de ser parte de la población de Lagoa Santa, Brasil y, en menores
proporciones, de Chubut (Patagonia) o japonés. Se estima que los restos
corresponden a una mujer de adulta, de entre 44 y 50 años de edad, al momento
de morir, y tienen una antigüedad de hasta 12,000 años antes del presente. Fue
descubierta en el subsistema de cueva Naranjal, en los niveles más bajos de una
gran cámara, a 24 metros de profundidad.
“Muknal” tiene el valor atípico más fuerte de todos
los especímenes de Quintana Roo, pues no presenta un patrón claro de afinidades
morfológicas, aunque se acerca más a las poblaciones árticas de América del
Norte. Se estima que los restos corresponden a un individuo masculino que murió
entre los 40 y 45 años de edad; con una antigüedad 10,290 años antes del
presente. Se descubrió en una cámara de la cueva de Palmas, a 210 metros de la
entrada del cenote Jailhouse (“cárcel”, en inglés), a 33 metros de profundidad.
El artículo destaca que el asentamiento humano y su
dispersión en América ha sido uno de los temas más debatidos en arqueología y
antropología biológica, con cientos de textos publicados en la última década,
donde los orígenes de los nativos siguen teniendo interrogantes, pues aún
existe una falta de consenso y un debate en torno a su génesis biológica y las
migraciones.
El estudio de la diversidad biológica de los
primeros pobladores se ha abordado indirectamente a través del análisis de
evidencia cráneo facial, lingüística y arqueológica, así como directamente con
el estudio de ADN entre grupos modernos de nativos americanos y restos
antiguos.
Durante las últimas décadas, los estudios
defendieron una amplia gama de escenarios: una única migración hacia el
continente; dos migraciones tempranas discretas hacia el continente; tres
eventos de dispersión en el Holoceno; flujo continuo de genes con Asia sobre el
Holoceno, y diferentes combinaciones de estas variables.
Los estudios también han sugerido diferentes modelos
de dispersión humana después del proceso inicial de asentamiento, pero todavía
no se alcanza una imagen precisa de la diversidad biológica en América.
El reciente estudio interinstitucional busca
contribuir a este debate, explorando las afinidades morfológicas craneales de
los especímenes de Quintana Roo. Su alta diversidad morfológica marca un
interesante contrapunto a las interpretaciones anteriores de la diversidad
temprana en Norteamérica, y tiene implicaciones importantes para la comprensión
de los procesos del movimiento humano temprano en todo el continente.
“Naharón” y “Muknal” muestran una afinidad más
fuerte con las poblaciones árticas de América del Norte (Alaska y Groenlandia)
que, previamente, se han asociado morfológicamente con series tempranas de
Sudamérica; “Las Palmas” también muestra fuertes similitudes con los
paleoamericanos sudamericanos; la excepción es “Pit 1”, el cual parece estar
fuertemente asociado con las series europeas y muestra una forma de bóveda
craneal general diferente de los otros individuos de Quintana Roo.
Este patrón no se ha observado antes para los
paleoamericanos del sur, pero algunos cráneos tempranos y arcaicos de América
del Norte muestran afinidades más fuertes con las series europeas. Los
especímenes de Quintana Roo muestran un inesperado nivel de diversidad
morfológica en comparación con los americanos del sur.
Los estudios fueron llevados a cabo con la
participación de Mark Hubbe, Alejandro Terrazas Mata, Brianne Herrera, Martha E.
Benavente Sanvicente, Arturo González, Carmen Rojas Sandoval, Jerónimo Avilés
Olguín, Eugenio Acevez Núñez y Noreen Von Cramon-Taubadel.
Kulubá es un sitio maya del nororiente de Yucatán que tuvo una relación importante con las urbes mayas de Ek’ Balam y, particularmente, Chichén Itzá, ya que se convirtió en parte de su red de comercio y de control territorial hacia la costa norte.
Es una zona arqueológica que avanza sostenidamente en su estudio y en la recuperación de su antiguo esplendor.
Tiimín Yucatán a 21 junio 2022.- Kulubá es una zona arqueológica que pertenece al municipio yucateco de Tizimín. Se encuentra en la región noreste del estado de Yucatán, a 37 km al sureste de la cabecera municipal referida y a 212 km de la ciudad de Mérida, en lo que hoy son terrenos de los ranchos ganaderos de Kulubá y Emannuel y en los ejidos de San Luis Tzutuk y San Pedro Juárez.
Es uno de los pocos sitios de esta región que aún conserva arquitectura en pie y está clasificado bajo la clave 16Qe (4)1 en el Atlas arqueológico de Yucatán (Garza Tarazona y Kurjack, 1980), como un sitio de rango III.
Un aspecto relevante es el medio ambiente de la región nororiente de Yucatán, ya que de sus peculiaridades surgió la percepción de la naturaleza y del cosmos de los habitantes de la región de Kulubá. Los cenotes y las rejolladas son las constantes principales en la fisiografía de la zona. De esta manera, se establece una relación entre la sociedad y la naturaleza que se manifiesta en la arquitectura, la escultura y el patrón de asentamiento.
Las rejolladas fueron importantes para la producción de cacao y, en la cosmovisión maya, portales del inframundo y fuente de agua y fertilidad. A partir de este elemento vital, como origen y punto nodal, se fue configurando el asentamiento de Kulubá.
A pesar de que Kulubá es uno de los sitios arqueológicos más importantes de esta región, no lo encontramos referido en las fuentes documentales, ya sea indígenas coloniales, como los libros de Chilam Balam o en las obras de los cronistas hispanos. El nombre con el que se le conoce en la actualidad probablemente no está asociado a su denominación original, y sólo aparece tardíamente en la documentación de mediados del siglo XX.
Antecedentes arqueológicos
El primer reporte arqueológico de esta zona tuvo lugar en 1941, cuando Wyllys Andrews IV publicó unas notas y un croquis del sitio, como resultado de un recorrido que hizo a fines de diciembre de 1939. Este investigador resaltó la presencia de elementos arquitectónicos “maya toltecas” o “mexicanos”, similares a los de algunos edificios de Chichén Itzá.
Las estructuras más grandes de Kulubá fueron clasificadas años después por Wyllys Andrews V en tres grupos: A, B y C, que se encuentran relativamente cercanas entre sí y de la rejollada principal del sitio. Ésta, al parecer, funcionó como un centro aglutinador del asentamiento. Los conjuntos mencionados tienen estructuras piramidales, palacios, basamentos habitacionales y construcciones menores asociadas.
Las primeras intervenciones arqueológicas en Kulubá fueron llevadas a cabo por la brigada de salvamento del Centro Regional del Sureste del INAH(hoy Centro INAH Yucatán), de julio a septiembre de 1980, a cargo del arqueólogo, ya fallecido, Ricardo Velásquez Valadez.
Fue a fines de 1999 y principios de 2000 cuando el suscrito y el arqueólogo Carlos Peraza Lope tuvimos la oportunidad de iniciar trabajos arqueológicos en Kulubá. Continuaron éstos bajo mi dirección durante dos temporadas de campo adicionales, en 2001-2002 y 2002-2003. El proyecto tuvo como objetivos principales el levantamiento del plano del grupo central y del área periférica, la delimitación de la zona prehispánica, la restauración de los edificios que aún conservaban arquitectura en pie y la ubicación cronológica del sitio. Luego de todos estos trabajos se hizo el estudio de los materiales recuperados, como cerámica, lítica, concha, etc.
Durante las temporadas referidas se realizaron labores de restauración en el Palacio de los Mascarones y el Palacio Chenes del Grupo B (estructuras 9k1a y 9k1c). También se intervino el Palacio de las U (Estructura 11k1a), la Estructura 11k1b, de tipo residencial, y otras edificaciones menores de la plaza noroeste del Grupo A y una estructura tipo palacio (10I1i) del Grupo C.
Posteriormente se han hecho labores de mantenimiento menor en el sitio, durante 2012 y 2013, con recursos del Programa Temporal de Empleo de Sedesol.
Éstas fueron las primeras intervenciones sistemáticas a gran escala en el sitio arqueológico y representan sin duda un paso adelante en la conservación, investigación y difusión de este sitio, legado cultural del pueblo maya.
-Alfredo Barrera Rubio. Doctor en antropología por la ENAH. Investigador del Centro INAH Yucatán. Su área de trabajo es la arqueología de la región nororiente de Yucatán. Recibió el doctorado Honoris Causa de la Universidad de Oriente de Yucatán en 2014.
Mérida Yucatán a 08 junio 2022. – La historia de este vehículo, su llegada a la entidad, el impacto positivo para el ambiente y sus usos tanto social como económico son algunos de los temas que aborda la exposición “T’íinchak’ baalak ook, empujar con el pie para que gire. La bicicleta en Yucatán”, que se inauguró este miércoles en la Sala Temporal del Gran Museo del Mundo Maya (GMMMM) para conmemorar el Día Mundial de este medio de transporte y estará disponible de junio a octubre del presente año.
Dicha exhibición tiene la intención de promover el plan de infraestructura y fomentar su utilización, a través de tres módulos temáticos: “La bicicleta en Yucatán”, “Con oficio y beneficio” y “Nuevas rutas”. El guión curatorial presenta al vehículo como elemento característico de las comunidades urbanas y rurales locales, sea medio de transporte, herramienta de trabajo u objeto de esparcimiento.
Quienes cuenten con su Credencial Inteligente de Transporte Urbano “Va y ven” podrán entrar directo, al presentarla de forma física en el acceso del lugar; si no, tendrán que dirigirse al módulo para registrarse y solicitar la pulsera de ingreso. Los recorridos de grupos especiales y escolares se programan previamente, enviando sus datos al correo visitas@granmuseodelmundomaya.com.mx.
Para el público en general que desee visitar la muestra podrá hacerlo, cubriendo el costo de admisión, de entre 25 y 150 pesos, según el día y los descuentos vigentes, para estudiantes, docentes, personas adultas mayores y con discapacidad; los domingos, el pase es gratuito para todas y todos los residentes del territorio, presentando identificación oficial, mientras que niñas y niños menores de tres años no pagan.
Ciudad de México, mayo 31.- Especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) descubrieron una representación del joven dios del maíz en la Zona Arqueológica de Palenque, en Chiapas.
De acuerdo al instituto, se trata del primer hallazgo en el sitio de una cabeza estucada de esta deidad del panteón maya, que data de aproximadamente mil 300 años.
La nariz y la boca de la escultura fueron las primeras en emerger de la tierra suelta, en una cavidad semicuadrada. «Conforme avanzó la exploración, se constató que la escultura es el eje de una rica ofrenda que se dispuso sobre un estanque de piso y paredes estucadas –de casi 1 m de ancho por 3 m de largo, aproximadamente–, para emular el ingreso de este dios al inframundo, en un entorno acuático», informa el INAH a través de un comunicado.
La cabeza del dios del maíz tiene una longitud y un ancho máximos de 45 cm y 16 cm, de manera respectiva, y 22 cm de altura y estaba colocada en una orientación este-oeste, lo que simbolizaría el nacimiento de la planta del maíz con los primeros rayos del sol. «La escultura, la cual debió ser modelada alrededor de un soporte de piedra caliza, tiene características gráciles: el mentón es afilado, pronunciado y partido; los labios son finos y se proyectan hacia afuera –el inferior ligeramente hacia abajo– y muestran los incisivos superiores. Los pómulos son finos y redondeados; y los ojos, alargados y delgados.
De la frente amplia, larga, aplanada y de forma rectangular, nace una nariz ancha y pronunciada», detallan los arqueólogos.
La escultura se encontraba sobre un «plato trípode», lo que da a entender que «se concibió originalmente como una cabeza cercenada»; los especialistas llegaron a esta teoría pues al revisar otras iconografías del dios joven del maíz, también aparece con la cabeza cortada. Por el plato, se sitúa la escultura hacia el periodo Clásico Tardío (700-850 d.c.).
El hallazgo se registró en julio de 2021, cuando se retiraba el relleno de un pasillo que conecta las habitaciones de la Casa B de El Palacio con las de la adyacente Casa F. Debido a la humedad, la escultura está en un «proceso de secado paulatino», para después ser restaurada.
Este descubrimiento da cuenta de «cómo los antiguos mayas de Palenque revivían de manera constante el pasaje mítico sobre el nacimiento, la muerte y la resurrección de la deidad del maíz», sostiene el investigador del Centro INAH Chiapas, Arnoldo González Cruz.
El descubrimiento se registró durante el proyecto «Conservación Arquitectónica y de los Acabados Decorativos de El Palacio», la cual contó con recursos del Fondo de Embajadores del Departamento de Estado para la Preservación Cultural, auspiciado por el Gobierno de los Estados Unidos. El equipo arqueológico es codirigido por el arqueólogo Arnoldo González Cruz y la restauradora Haydeé Orea Magaña.
La ofrenda con la cabeza del dios del maíz
La escultura es el eje de una ofrenda que se dispuso sobre un estanque, emulando el ingreso de la deidad al inframundo, en un entorno acuático.
González Cruz explica que el estanque fue como un espejo de agua para ver reflejado el cosmos. Es probable que estos rituales, de carácter nocturno, partieran en la gobernanza de K’inich Janaab´ Pakal I (615-683 d.C.), y continuaran durante las de K´an Bahlam II (684-702 d.C.), K´an Joy Chitam II (702-711 d.C.) y Ahkal Mo´ Nahb´ III (721-736 d.C.).
Posteriormente, quizás en el reinado de este último, clausuraron ese espacio de forma simbólica, rompiendo una porción del piso de estuco del estanque y retirando parte del relleno constructivo, para depositar una serie de elementos: vegetales, huesos de animales –codorniz, tortuga blanca, pez blanco y perro doméstico–, conchas, tres fracciones de figurillas antropomorfas miniatura, entre otras.
«Algunos huesos de animales fueron sometidos a cocción, y otros tienen marcas de descarne y huellas de dientes, por lo que sirvieron para consumo humano como parte del ritual», detalla el especialista.
En la ofrenda se «sacrificó» el plato rompiéndolo a la mitad, se colocó una laja de piedra caliza con una pequeña perforación y un lecho semicircular de tiestos y pequeñas almas de piedra, sobre el que se asentó la cabeza de la deidad.
Por último, todo el espacio fue clausurado con tierra y tres muros pequeños, dejando la cabeza del joven dios del maíz dentro de una especie de caja, donde permaneció oculta por alrededor de mil 300 años.